Mario Cortés, decano del Colegio de Ingenieros Técnicos de Telecomunicación, reflexiona sobre los cambios que traerá el COVID-19 en nuestra manera de organizarnos y relacionarnos, tecnología mediante.
La pandemia del COVID-19 ha supuesto el derrumbe del esquema mental que teníamos como sociedad. Nunca hubiéramos pensado que nuestra sociedad occidental, tan potente, tan competitiva, tan desarrollada, el primer mundo, iba a tambalearse de la forma que se está tambaleando por el azote de un microorganismo de cinco micras de tamaño.
Las prioridades, aquello que creíamos era lo importante, por lo que luchábamos y nos esforzábamos día a día, han cambiado. Esta grave situación nos ha hecho darnos cuenta de lo que realmente es importante: las pequeñas cosas del día a día, el poder salir con libertad, estar con compañeros y amigos, abrazar a nuestra familia. Pero, sobre todo, nos ha instalado en una sensación de vulnerabilidad nunca antes conocida. Hemos comprendido la fragilidad del ser humano.
Es indiscutible que esta pandemia nos ha sorprendido en un escenario de gran desarrollo tecnológico y una formidable red de telecomunicaciones, tanto de telefonía móvil como de fibra óptica, que nos está permitiendo, a una parte de la población, teletrabajar; a millones de familias, mantener el contacto con sus seres queridos; y, a millones de escolares (alumnos de bachillerato, estudiantes universitarios y de formación profesional) continuar su formación conectados con el profesorado.
Esta grave situación nos ha hecho darnos cuenta de lo que realmente es importante: las pequeñas cosas del día a día, el poder salir con libertad, estar con compañeros y amigos, abrazar a nuestra familia. Pero, sobre todo, nos ha instalado en una sensación de vulnerabilidad nunca antes conocida.
Por otro lado, las grandes plataformas digitales de comunicación y entretenimiento nos están permitiendo hacer más llevaderas las largas y monótonas horas de cada día y mantenernos informados a través de los distintos medios y soportes; ya sea TDT en los canales tradicionales, los diarios y radios digitales, las redes sociales o los reportajes y programas que se generan en las plataformas de entretenimiento. Es un pequeño consuelo, en estos duros momentos, que hace más llevadero el sacrificio de confinamiento y nos ayuda a combatir la desazón y el miedo de una forma más liviana.
Pero esta pandemia pasará, conseguiremos vencer al virus y podremos, por fin, reencontrarnos con nuestras familias y amigos e, incluso, volver a la actividad diaria; aunque ya nada volverá a ser como antes.
PROFESIONES Y ECONOMÍA
Las administraciones, sobre todo el Gobierno central, deberán promover un cambio sustancial en el tejido productivo que garantice de nuevo el bienestar y el desarrollo económico y empresarial. Sin ir más lejos, los economistas de Deutsche Bank esperan una recuperación a partir del tercer trimestre, pero no será suficiente para que las economías esquiven una profunda recesión. Para 2020 esperan que el PIB de España se contraiga un 8,7%, mayor caída desde la Guerra Civil.
Esta situación obligará a los gobiernos a establecer medidas de impulso que aborden de forma urgente la transformación digital de la industria, la llamada industria 4.0, para aumentar rápidamente la competitividad y reorientar la producción hacia nuevos productos más innovadores. Harán falta incentivos para promover plantas de producción más robotizadas, que optimicen aún más el consumo de energía, y programas de recualificación de la mano de obra para enfocarla a la gestión, control y mantenimiento de dichos equipos de producción y ensamblaje.
Será necesario dar un salto cualitativo en las empresas para permitir el teletrabajo y generalizar las reuniones online. La actual situación de confinamiento ha puesto de manifiesto la gran utilidad, mayor eficacia y eficiencia, así como el ahorro de costes que suponen
Un ejemplo nítido lo encontramos en la industria del automóvil, que en España supone alrededor del 12% del PIB. Una industria basada en la producción de vehículos diesel que deberá re-enfocarse hacia la construcción de vehículos híbridos y eléctricos, así como re-estructurar las plantas y la cualificación de sus trabajadores para la producción de los nuevos servicios del vehículo conectado.
Asimismo, será necesario dar un salto cualitativo en las empresas para permitir el teletrabajo y generalizar las reuniones online. La actual situación de confinamiento ha puesto de manifiesto la gran utilidad, la mayor eficacia y eficiencia, así como el mayor control y el ahorro de costes empresariales que supone el teletrabajo y las reuniones online. Aún queda mucho por desarrollar, sobre todo en el sector público, pero el futuro inexorablemente pasa por una mejora de las herramientas administrativas que lo permitan.
Este nuevo paradigma de digitalización de los sectores productivos ha de ir acompañada de una mayor seguridad. La mayor necesidad de intercambio de información, tramitación de expedientes y reuniones hacen clave un salto cualitativo en la ciberseguridad, de la cual solo nos acordamos cuando aparecen amenazas mundiales como el Wannacry, pero que rápidamente se nos olvida creyendo que es un coste superfluo, cuando en realidad es un coste indispensable para que las empresas y administraciones garanticen que no habrá problemas en el futuro; problemas con un coste altísimo en comparación con el coste de la medida de ciberseguridad.
VULNERABLES
La sensación de vulnerabilidad personal en la que nos hemos instalado debe compensarse con mayores inversiones públicas y privadas en soluciones de e-Health, así como en implantación de la misma y diseño de nuevas herramientas que permitan un mayor control sobre nuestra salud, como dispositivos con el potencial de medir nuestras constantes vitales más allá de los «wearables»; también en espacios públicos y eventos tales como conciertos, partidos de fútbol, teatros, etc.
Especial atención deben merecer nuestros mayores pues esta pandemia ha puesto de manifiesto la fragilidad de la los servicios de atención de esa generación a la que le debemos el bienestar social actual y que tanto han luchado para que hoy seamos una sociedad avanzada, libre y democrática. Por lo tanto, la Administración debe fomentar, decididamente, soluciones que potencien el bienestar de nuestros mayores. Para ello encontramos ejemplos fructíferos en sensores de presencia, sensores biométricos de constantes vitales, cámaras de control y toma de temperatura, chatbots o robótica de apoyo asistencial. Son soluciones a desplegar, tanto en el propio hogar como en los espacios residenciales.
Esta versatilidad, de nuevo, se apoya en la digitalización tan necesaria de la industria como del conjunto de la sociedad.