Nereida Carrillo es doctora en Periodismo y Comunicación, profesora de periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y presidenta de Learn to Check, asociación que trabaja por la educación mediática en verificación digital y para impulsar el pensamiento crítico a la hora de consumir y producir información.
1.- ¿Qué está ocurriendo con este fenómeno al que llamamos desinformación que se va metiendo en nuestras sociedades? El Departamento de Seguridad Nacional publicaba el resultado de los trabajos realizados en el marco del Foro contra las Campañas de Desinformación debido al riesgo que supone para la seguridad de los estados, debilitando las democracias y confundiendo a ciudadanía en su conjunto.
La desinformación es un problema social que debemos abordar. En el ámbito político, la desinformación tiene como cometido, en el corto plazo, alterar el resultado de unas elecciones, provocar abstención, deslegitimar el proceso electoral. Y, en el medio y largo plazo, pretende erosionar la confianza en las instituciones y el sistema democrático y promover valores antidemocráticos. Por ello, es un problema para nuestras sociedades. Además, puede tener consecuencias en muchos otros ámbitos de nuestras vidas: en la salud (individual y pública; en la salud física y mental); en los derechos de las personas; por ejemplo, el derecho a la intimidad o a la propia imagen; en la convivencia, en el avance contra el cambio climático…
2.- ¿Es posible prevenir la desinformación, identificar y verificar aquellos contenidos que responden a criterios de veracidad?
Podemos aprender a identificar la desinformación y a pensar de forma crítica para intentar que no nos engañen. La desinformación es un problema complejo que exige una acción coordinada y eficaz de múltiples actores para frenar este fenómeno. Sin embargo, hay un consenso en que impulsar la alfabetización mediática e informacional (AMI) es la solución más eficaz a largo plazo. Debemos enseñar a la ciudadanía a contrastar la información, a detectar si una fotografía está manipulada, descontextualizada o generada por IA, a saber qué es un trol, a discriminar fuentes fiables y no fiables o a saber si un texto contiene o no evidencias científicas. Esta alfabetización mediática e informacional debe llegar a todo el mundo, no solo a los jóvenes, y debe ser continuada a lo largo de la vida.
3.- ¿Qué ámbitos dirías que están más expuestos al impacto de la desinformación?
La desinformación circula en momentos de cambio y de incertidumbre. Lo vimos con la pandemia de la Covid. En la actualidad, podemos encontrar desinformación política y electoral, que es bastante habitual, pero también relacionada con otros temas como la guerra de Ucrania, el cambio climático, la migración o sobre el movimiento feminista. También hay una desinformación que es de nicho; es decir, según los datos que tienen de nosotros, las redes sociales nos exponen a unos temas desinformativos u otros. Por ejemplo, a los jóvenes les puede llegar desinformación sobre dietas, sobre estética o sobre salud sexual, mientras que a la gente mayor les suelen llegar más estafas digitales o desinformación sobre enfermedades. Hay muchos ámbitos expuestos y que sufren el impacto de la desinformación: las políticas públicas, la salud, la ciencia, la educación, la psicología, etc.
4.- ¿Cómo afrontar el “contagio” de la desinformación?
La desinformación existe desde hace décadas, pero una de las particularidades de la desinformación actual es esa capacidad de contagio, de viralización, a través de las redes sociales. Y eso, junto con la inmediatez y la sofisticación de la desinformación con la IA y otras tecnologías, le confieren un mayor alcance. De hecho, sin amplificación y sin monetización, la desinformación sería mucho menor. Por ello, un comportamiento prudente y necesario es no contribuir a amplificar la desinformación; no debemos compartir ninguna información que sea falsa o que nos parezca dudosa, ni tampoco hay que colaborar en dar protagonismo a los desinformadores. Además, debemos informarnos de forma adecuada y de fuentes fiables para estar “vacunados” ante esta desinformación; es lo que se conoce como “prebunking”. Desde las instituciones europeas, se está trabajando para intentar frenar la monetización de la desinformación con iniciativas como el Código reforzado de buenas prácticas dirigido a redes sociales y grandes tecnológicas.
5.- Desde el trabajo realizado por Unión Profesional en el Foro Integral de Cultura de Seguridad Nacional, se apuesta por el criterio profesional -entendido como resultado de la formación, conocimiento, experiencia- para aportar soluciones viables, seguras y solventes a la ciudadanía en el ejercicio profesional. ¿Cómo afecta la desinformación a las corporaciones que agrupan a los colectivos profesionales? ¿Cómo pofría afectar al profesional en el desarrollo de su actividad propia?
La desinformación afecta a los profesionales en el ejercicio de su actividad y en su relación con clientes, pacientes, colaboradores y otras audiencias. Por ejemplo, en el ámbito sanitario, la desinformación puede contribuir a confundir a los pacientes, a provocar que tengan menor adherencia al tratamiento, que desconfíen del criterio profesional y del sistema sanitario y repercute en la salud de las personas y en la actividad asistencial. También impacta en otros profesionales que pueden ver cómo su trabajo no se desarrolla de la manera adecuada o con la velocidad requerida porque encuentra resistencias o hay confusión fruto de la desinformación. Además, las estafas digitales que pueden usarse para ataques de desinformación de segunda oleada, es decir, usar datos robados para suplantar redes de contactos dentro de una organización, pueden incidir en la seguridad y en la actividad de las organizaciones. También la suplantación de identidad y otros tipos de desinformación pueden incidir en la reputación y la imagen de un profesional, de un colectivo profesional o de una organización. Por no hablar de las consecuencias que pueden sufrir en el ámbito personal y que repercuten su bienestar y su trabajo. Por ejemplo, las mujeres líderes en diferentes ámbitos profesionales sufren más la desinformación de género que intenta desincentivar que asuman posiciones de liderazgo. Hay muchas afectaciones y es necesario formar a los profesionales para gestionar estas incidencias que se pueden producir fruto de la desinformación.