Eugenio Sánchez. Departamento de Economía de Unión Profesional.
El último
informe mensual de julio del 2019 que elabora
Caixabank Research recoge en su dossier un artículo de especial relevancia que aborda la estrecha relación entre la productividad y los tipos de interés. De tal modo, cuando la productividad se mueve en niveles reducidos como en la mayoría de las economías avanzadas actualmente, ello también presiona a la baja a los tipos de interés.
La explicación detrás de esta conexión radica en que si la productividad de la economía apenas crece, las empresas no observan oportunidades de inversión y acaban por demandar menos crédito. Igualmente, una baja productividad se traduce en un crecimiento más contenido de los salarios lo que produce una inclinación a aumentar el ahorro. Otra fuerza que incide de manera notable sobre la evolución de los tipos de interés es la demografía, puesto que si esta envejece y decrece, también es una fuerza a la baja sobre los intereses.
Bajo este marco, desde la entidad se preguntan cuál podría ser el impacto de los avances tecnológicos sobre la productividad. Un aspecto difícil de medir al argumentar que pueden existir «elementos que impidan aprovechar todo el potencial de las nuevas tecnologías y que limiten el empuje sobre la productividad y, por lo tanto, sobre los tipos de interés».
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Dinámica ‘winner-take-all’
Entre estos elementos, hay uno que llama la atención por cuanto pudiera afectar al subsector de servicios profesionales. En concreto, la posible aparición de las dinámicas winner-take-all como resultado de que algunos operadores del mercado alcancen una masa crítica de consumidores por sus innovaciones y forma de operar, —discutible en términos de competencia— que les haga ganar una cuota de mercado suficiente como para tender a reducir la competencia. De hecho, se expone que estas dinámicas, dan lugar a la aparición de «empresas y profesionales superestrella».
En consecuencia, llevado a los servicios profesionales, paradójicamente un determinado avance en la tecnología aplicable del que se esperaría un incremento de la productividad y del nivel de competencia acabaría por surtir el efecto contrario por su utilización, diferente a lo perseguido por la libre competencia. Lo resultante, sería una reducción en el incentivo de potenciales operadores de entrar al mercado en el futuro por los costes tan elevados de inversión que supondría competir con el líder del mercado. Incluso, podría dar lugar a un incremento de los precios para los clientes y pacientes en última instancia.
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Liderar el mercado no puede bloquear su avance
Un fenómeno que puede profundizarse en tanto en cuanto, las nuevas tecnologías requieran factores productivos escasos pero «esenciales en la producción» como estos profesionales junto con los activos intangibles. Esta conexión que ya se estaría produciendo de forma general según algunos estudios en algunos sectores contribuiría, efectivamente, a incrementar la desigualdad en las remuneraciones de los factores productivos, como algunos segmentos de empleo, en los mercados.
De tal forma, a pesar de que el avance tecnológico es imparable y necesario para favorecer el crecimiento y desarrollo económico, se ha de vigilar en materia regulatoria que se produzca bajo unos cauces que no fagociten precisamente la inversión en tecnología y formación para una vez logrado liderar un mercado, bloquearlo para no dejarlo avanzar y dejar entrar más operadores y monopolizar así los beneficios con márgenes empresariales elevados.