Las profesiones, comprometidas con la transformación del sistema de cuidados

Celebrado el III Encuentro Nacional de Mujeres Profesionales. La tercera edición del Encuentro Nacional de Mujeres Profesionales, organizado por el Consejo General de la Abogacía y…

Celebrado el III Encuentro Nacional de Mujeres Profesionales.

La tercera edición del Encuentro Nacional de Mujeres Profesionales, organizado por el Consejo General de la Abogacía y Unión Profesional, estuvo centrada, en esta ocasión, en la relación entre cuidados, profesiones e igualdad de género. 

Victoria Ortega, presidenta del Consejo General de la Abogacía y Unión Profesional, hizo mención a las dos ediciones anteriores, dedicadas al trabajo de la igualdad en el seno de las organizaciones colegiales y a la labor de las profesiones en materia de prevención en violencia de género, y destacó en este tercer encuentro la necesidad de concebir el cuidado en clave de ética humana, inherente a las sociedades democráticas.

Desde su perspectiva, «el momento de la simple comprensión hacia la problemática de los cuidados ha quedado atrás, y hemos de empezar a considerarla una cuestión de estado. Los cuidados trascienden el ámbito de la persona dependiente, están ligados a largo plazo a la sostenibilidad humana y medioambiental». Por eso mismo, «es urgente desarrollar políticas públicas de amplio alcance y repensar cómo percibimos los cuidados, qué impacto tienen en nuestra vida colectiva y por qué siguen vinculados a las mujeres en su mayor parte”.

Emiliana Vicente, vicetesorera de Unión Profesional y presidenta del Consejo General del Trabajo Social, aludió a este hecho: “Nos guste o no, los cuidados están representados mayoritariamente, aún a fecha de hoy, por las mujeres. Son las mujeres las que procuran a la especie humana a nivel global la salud y el bienestar, por lo que ha llegado el momento -más en una situación de envejecimiento poblacional, incorporación plena de las mujeres al mercado de trabajo y estado del bienestar en peligro- de exigir liderazgos femeninos y feministas en la cuestión; de abogar por modelos de familia más sostenibles para todos y para todas; de identificar desde las profesiones qué herramientas podemos implementar a fin de contribuir a que se produzcan los cambios estructurales que demandamos; y de luchar, por lo que se refiere en concreto a nuestro país, por una ley integral y transversal de los cuidados y un Pacto de Estado por los cuidados”.

Begoña Suárez, subdirectora general para el Emprendimiento, la Igualdad en la Empresa y la Negociación Colectiva del Instituto de las Mujeres, por su parte, hizo mención a las iniciativas internacional y estatal puestas en marcha hasta el momento -la Estrategia Europea de Cuidados y la Mesa Asesora por los Cuidados– y destacó el cambio de perspectiva necesario para transformar la sociedad en el medio-largo plazo: «Este cambio de mentalidad que estamos experimentando en la concepción de los cuidados se está traduciendo en modificaciones sociales sustanciales, en la profesionalización definitiva de los cuidados, en su gobernanza y financiación de acuerdo con presupuestos innovadores. Cuidar es imprescindible para la vida humana y cuidar es un cimiento fundamental para la salud de nuestro sistema económico; la pandemia y la evolución demográfica de nuestras sociedad nos obliga a garantizar que los cuidados se mantengan en el tiempo de manera sostenible  e igualitaria, acabando con la brecha de género”.

 

DE LA CIUDADANÍA A LA CUIDADANÍA GLOBAL

De la ciudadanía a la cuidadanía fue el nombre de la conferencia ofrecida por Octavio Salazar, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y miembro de la Red Feminista de Derecho Constitucional, que abrió su intervención con la siguiente reflexión: “Si algo está dejando claro este encuentro es que está pendiente llevar a cabo una revolución. Una revolución que acabe con la fantasía de la individualidad y la independencia masculina; con los ámbitos culturales, jurídicos, económicos y científicos entendidos desde lo falocéntrico, desde la veneración por la productividad y el desprecio por las dinámicas relacionales con el otro, la no violencia, la sensibilidad y el cuidado».

En su intervención, Salazar apeló a la responsabilidad individual y colectiva para llevar a cabo con éxito este proyecto de cambio: «Como ciudadanía y como sujetos de la democracia hemos de atrevernos a abandonar el silencio cómplice, la pasividad, con un orden de las cosas que prima el maltrato frente al buen trato, y abogar por otros presupuestos ontológicos que nos haga conscientes de la vulnerabilidad y la interdependencia».

En sintonía con lo planteado, apuntó a la necesidad de asumir «una nueva ética de la responsabilidad colectiva, de lo paritario, de la equipotencia entre lo que pueden ofrecer los hombres y las mujeres» que parte de la consciencia de que «todo ser humano nace y muere como ser dependiente, todos seremos vulnerables antes o después. Tener eso claro debería impulsarnos a sustituir las dinámicas destructivas y depredadoras que rigen nuestro día a día por un nuevo concierto de justicia política y social, un reequilibrio de las oportunidades y los recursos a nivel global».

 

PROFESIONES, CUIDADOS E IGUALDAD DE GÉNERO

La mesa redonda moderada por la periodista e historiadora Carolina Pecharromán estuvo dedicada a repensar los cuidados desde la perspectiva de las profesiones y contó con representación de los Consejos de Arquitectura, Educación Social, Economía y Psicología.

Marta Vall-llossera, presidenta del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España, partió de su ámbito para reflexionar sobre la idea de cuidado: «La arquitectura es una profesión, y las profesiones tienen sus arquitecturas. Hacer habitable una implica hacer habitable la otra». A partir de ahí, «la arquitectura redefine nuestros espacios de vida y trabajo y contribuye por tanto de modo decisivo a la mejora de nuestra salud mental, emocional, física y social. Ampliando la perspectiva, cabe decir lo mismo del urbanismo: las ciudades nos cuidarán y mejorarán nuestro día a día si hacemos de ellas espacios amables, humanos, que partan de una planificación global e integral”.

Noelia Rodríguez, vicepresidenta del Consejo General de Colegios de Educadoras y Educadores Sociales, abundó en la idea de repensar profesiones y cuidados desde la transversalidad, «lo que nos obliga a poner a las personas en el centro del discurso, no a las tareas ni a los instrumentos. Resulta así que todas las profesiones son importantes, todas son ejercidas por personas y todas desembocan de un modo u otro en las personas. La consecuencia lógica es que ya no tiene sentido pensar las profesiones desde la óptica de la competencia entre ellas sino desde el pensamiento interdisciplinario, la sororidad y la idea de lo colectivo”.

Carmen Sampayo, presidenta de la Comisión de Igualdad del Consejo General de Economistas, recordó que «no puede abordarse el tema de los cuidados sin atender a sus repercusiones económicas, a las precondiciones materiales, evidentes y más ocultas, que implica la gestión de los cuidados», acentuando el hecho de que «la decisión de quién cuida en un entorno afectivo tiene un coste económico que suele recaer en las mujeres, con lo que ello implica en términos de brecha salarial, de paradójica menor presencia en los ámbitos de poder donde se toman las decisiones sobre este tema». 

Para Pilar del Pueblo López, secretaria de la División de Psicología del Trabajo, las Organizaciones y los Recursos Humanos del Consejo General de Psicología, no puede hablarse de cuidados sin que la sociedad se cuestione el modo en que están codificados en la esfera pública a fecha de hoy: «El cuidado se halla vinculado todavía a las emociones, y lo mismo nos sucede a las mujeres. Esto significa que el colapso de la cuidadora, su desbordamiento de trabajo y su desgaste psicológico, lo que llamamos el síndrome del cuidador, se reconoce y comprende pero no se aborda de un modo sistémico ni se valora a todos los efectos». Destacó cómo cuidar a los demás no tiene precio, pero sí tiene un coste personal y relacional, de pérdida de oportunidades, que incide en el individuo y también en la sociedad. Por esto mismo, «es necesario cambiar el punto de vista, comprender que cuidar es un proceso sociológico y que podemos aspirar colectivamente a que sea beneficioso, tanto para el cuidado como para el cuidador», subrayó.

 

CLAUSURA

En el acto de clausura, Maria Emilia Adán, decana del Colegio de Registradores de España, valoró el encuentro como ágora idónea para compartir experiencias en torno a un objetivo. «Un objetivo apoyado en tres vértices: la profesión, los cuidados, la igualdad de género. No siempre en sintonía: en ocasiones el cuidado es incompatible con el ejercicio de la profesión, en especial para las mujeres, puesto que el cuidado aún está a fecha de hoy asignado femenino; y en ocasiones el ejercicio de la profesión no tiene lugar en las condiciones sociales y económicas más idóneas.

Marga Cerro, presidenta de la Comisión de Igualdad del Consejo General de la Abogacía, recordó que «ser conscientes de la importancia de los cuidados es ser conscientes de nuestra vulnerabilidad». En esa misma línea, Maria Emilia Adán apuntó que «si las profesiones tienen sentido para nuestra sociedad es porque están enfocadas a la solidaridad y la humanidad. Solo así podrán entrar en armonía con los cuidados; solo así aprenderemos a ejercer los cuidados sin complejos de culpa, nuestros o de aquellos a quienes cuidamos”.

 

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