La llegada de esta pandemia nos ha puesto frente al espejo una naturaleza que clama para que la salvemos de una vez por todas.
En una reciente entrevista realizada al Papa Francisco, autor de ‘Laudato si’, la encíclica dedicada al planeta Tierra publicada en el 2015, recordó que así como Dios perdona siempre y el hombre solo a veces, la naturaleza no lo hace nunca. De esta manera reservaba un resquicio a la posibilidad de que la llegada de circunstancias tan imprevisibles como las ocurridas en los últimos tiempos (terremotos, lluvias copiosas, olas de calor extremas), incluida la pandemia que estamos sufriendo, pudieran ser la respuesta a lo que la huella del hombre está haciéndole al lugar que, por otra parte, le fue dado para que lo cuidara y no, como se entendió durante mucho tiempo al traducir literalmente las palabras del Génesis, lo «dominara».
Disminución de la contaminación
Y es que, aunque es difícil encontrar buenas noticias desde que el Covid-19 se extendiera por el mundo —principalmente en su parte occidental—, una de ellas la encontramos al leer que, según los ambientólogos, el índice de polución de ciudades tan altamente contaminadas como Nueva Delhi o países como China han descendido considerablemente, fruto de la ausencia de seres humanos y sus respectivos medios de automoción en sus calles. Algo que también es comprobable en la ciudad italiana de Milán o en la capital de nuestro país, pudiéndose captar nítidamente las cuatro torres del Paseo de la Castellana desde Alcalá de Henares (a más de 30 km de Madrid).
Valga esta reflexión para que tomemos conciencia de lo conseguido en el estado de alarma provocado por esta crisis de salud pública, en el plano medioambiental. Sin embargo, desde el punto de vista de expertos, cuya opinión está siendo recogida y difundida por la Fundación Conama, «a pesar de que estos datos puedan parecer positivos, la calidad del aire es una carrera de fondo y un problema estructural. Aunque los niveles de contaminación atmosférica disminuyan durante unas semanas o meses, consideramos que una reducción temporal no tendrá un impacto sustancial para la salud», coinciden Xavier Querol, investigador de IDAEA-CSIC; José Luis Jiménez, investigador de la Universidad de Colorado-Boulder; y Jordi Sunyer, jefe del Programa de Infancia y Medio Ambiente de ISGlobal.
Un mensaje de la naturaleza
En dicha carrera de fondo, puede que nos encontremos en la pista adecuada, pues «las condiciones para una transformación personal y colectiva nunca han sido mejores», comenta también para la Fundación Conama, María Novo, titular de la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible y Catedrática Emérita de la UNED.
Sin embargo, añade, «los objetivos y las vías de acción están difusos. Entre nosotros existe una especie de consenso sobre la inviabilidad de las anteriores formas de vida. Pero… ¿Se ha llegado a establecer de forma generalizada un vínculo fuerte entre esta crisis y el estado del medio ambiente?». Lo cierto es que, tal y como informa la ONU (PNUMA), para quién el Coronavirus es ‘un mensaje de la naturaleza’, «el cambio climático, la deforestación o la producción intensiva de alimentos son algunos de los factores asociados al aumento de las enfermedades zoonóticas». De ahí que aconseje no seguir haciendo las cosas como siempre las hacíamos en aquella ‘normalidad’. Ahora, «debemos trabajar con la naturaleza, no contra ella».
Quizá, precisamente, el primer paso sea estar seguros de la inviabilidad de las anteriores formas de vida, aquellas que se encontraban bajo el manto de la normalidad pero que el planeta nos advertía constantemente de que no lo eran. Una nueva forma de vida llama a nuestras puertas, ahora que estamos aún confinados; una nueva forma de vida que permita a nuestra especie seguir habitando el planeta Tierra y que la Agenda 2030 propone con la consecución de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con la ayuda no solo de gobiernos sino también de otros agentes sociales, como es el caso de las profesiones liberales y sus organizaciones profesionales.
Hoja de ruta: Pacto Verde
Pero también con la puesta en marcha del Pacto Verde diseñado por la Unión Europea y que en estos momentos de pandemia, ciento ochenta representantes políticos, directivos empresariales, sindicatos y ONGs piden a la Unión Europea que lo utilice como herramienta indispensable para salir de la crisis económica que se avecina y que será según algunos indicadores, más pronunciada que la que se sufrió en el 2008.
Una alianza que va en consonancia con la carta firmada por trece ministros de medio ambiente, enviada a Bruselas con el fin de que no se olvide el Pacto Verde acordado por la UE debido a la crisis de salud pública que se está viviendo en el continente.
Puede ser, tal y como anunciaba el verdadero autor del New Green Deal, el activista Jeremy Rifkin, la última generación a la que se concede la oportunidad de cambiar de hábitos, adaptarse a las nuevas circunstancias, colaborar con el planeta, cuidarlo y conservarlo para las generaciones futuras, aquellas que simbolizadas en la voz de Greta Thunberg nos gritaban los viernes que todavía podíamos salir a la calle que hiciéramos caso a los científicos, los profesionales que llevan muchos años advirtiéndonos que estamos gastando más recursos de los que creamos, que vivimos, por así decirlo, de prestado.
Quienes no confían demasiado en las casualidades están uniendo fragmentos de algo todavía por (re)construir que suponga una nueva etapa en la sociedad y asegure un futuro a nuestra especie, rediseñando una nueva normalidad que priorice la relación de esta con la naturaleza, la sostenibilidad del planeta, que pensamos podía esperar a mañana y que ha resultado ser imprescindible hoy.