La revista Profesiones entrevista al escritor y periodista Ramón Jáuregui, autor de El cambio en 100 palabras: ¿Cómo serán nuestras vidas en 2050? (Plaza & Janés, 2025), un ensayo en el que aborda las transformaciones de nuestro tiempo, mientras invita a participar en los nuevos paradigmas de la ciencia y la tecnología.
Entrevista realizada por Elisa McCausland y Esther Plaza
PREGUNTA: Eliges como título de tu libro una palabra de mucho uso lingüístico pero quizá poca utilización práctica… El Cambio, ¿es una manera decidida de provocarlo de una vez por todas?
RESPUESTA: Lo más importante que nos pasa a los seres humanos es el Cambio. Sin embargo, ahora el cambio de los actuales seres humanos es más acelerado, más total. Seguramente en la historia de la humanidad no hemos tenido un cambio como este. La relevancia que supone esta cuestión me lleva, como periodista, a contarlo; siempre, por supuesto, bajo la contrastación con expertos y profesionales. Los periodistas estamos llamados a relatar este y otros fenómenos para evitar que nos lo cuenten aquellos que provocan esas transformaciones en su propio beneficio. Este libro llevaba cinco años dando vueltas en mi mente y, por fin, se ha materializado. Cinco años de investigaciones, consultas y comprobaciones.
P: Otorgas máximo protagonismo en este libro, pero también en toda tu trayectoria profesional, al lenguaje, a las palabras. En tiempos en los que se reclama un lenguaje claro a las instituciones y poderes públicos, ¿cómo podemos los profesionales de todos los ámbitos contribuir a su implantación global? ¿Por qué hemos renunciado a la complejidad? ¿Pueden tener Internet, las redes sociales, el móvil algo, o mucho, que ver?
R: Las personas pensamos a través de las palabras, del lenguaje. Al empobrecer el lenguaje, empobrecemos el pensamiento. La proliferación e importancia que se otorga al dato, por ejemplo, puede hacer que se oculte la necesidad del relato, en sintonía con la tan manida frase ‘el dato mata al relato’. En absoluto estoy en desacuerdo con ofrecer datos al respetable, es importante en los tiempos en los que estamos, pero hay que tener en cuenta que el relato es necesario.
Que las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial (IA) están simplificando el lenguaje es una realidad. Es por eso que abogo por una defensa del lenguaje como fenómeno holístico que debe ser ampliado y no reducido. Para ello, las Reales Academias deben estar atentas a los lenguajes y las palabras que cada poco tiempo se van incorporando. También es necesario controlar el cambio semántico, teniendo claro que debemos adaptar el lenguaje a lo que está ocurriendo ahora, a las circunstancias actuales. Sucede por ejemplo, con la palabra ‘algoritmo’, para mi, la palabra de este año 2025, tanto por su uso como por su significado.
Que las nuevas tecnologías y la Inteligencia Artificial (IA) están simplificando el lenguaje es una realidad. Es por eso que abogo por una defensa del lenguaje como fenómeno holístico que debe ser ampliado y no reducido.
P: Para elaborar tu último libro has recurrido a múltiples profesionales y expertos. ¿El cambio en el que estamos inmersos sólo es posible aunando disciplinas? ¿Ha sido y será promovido por lo multidisciplinar?
R: El cambio es holístico y la palabra clave es compromiso. Nada es lo mismo que era. Existen muchas realidades; realidades que, además, son mutables, cambiantes. Es ahí donde necesitamos de todas las disciplinas. Hay que ampliar el concepto de realidad y plantearse patrones de vida diferentes. Las profesiones deberán adaptarse también. Seamos realistas, en el 2050 las profesiones no existirán tal y como las conocemos ahora y hay que prepararse para ello.
P: Consideras que el libro El cambio en 100 palabras está dirigido a los jóvenes de ahora, que serán adultos en el 2050. ¿Qué podemos encontrar en sus páginas las generaciones ya adultas y la comunidad profesional que se encuentra en estos momentos ejerciendo su profesión e intentando adaptarse a las disrupciones de la Inteligencia Artificial o a los efectos del cambio climático? ¿Cómo podemos ayudarnos mutuamente?
R: Tanto jóvenes como mayores debemos adquirir un compromiso decidido por el cambio. Esto significa adquirir un compromiso con el futuro. Curiosamente, es la gente de más de 65 años la que tiene mayor apertura de mentalidad al cambio, una mayor pulsión de transformación. Los jóvenes, por el contrario, y quizá sea porque tienen un concepto del tiempo diferente, son menos proclives al cambio disruptivo, prefieren dejar pasar el tiempo. Desde mi punto de vista, la juventud debe aprehender que estamos aquí no solo para transitar este mundo sino para dejarlo mejor que de lo que estaba cuando llegamos. En este sentido, hemos de recuperar esa capacidad de indignación que otras generaciones hemos ejercido frente a los poderes públicos. Esa capacidad de indignación supone también la capacidad de adaptarse a los tiempos. Pero, con todo, creo que hay que ser optimistas respecto al cambio. Si sabemos asumirlo y controlarlo, seremos felices, siendo ello, en definitiva, lo más importante en la vida de las personas.
P: En el prólogo del libro, José Juan Toharia habla de que la estructura del futuro ya está diseñada, pero que dependerá de nosotros que llegue a buen término. ¿Compartes esta idea de la corresponsabilidad social ante el cambio?
R: El cambio es imparable. Lo que toca en estos momentos es… subirse al tren adecuado. Toharia es un intelectual que está también en la línea de pensamiento optimista.
Si consideramos el mundo global en el que habitamos, hay que tener en cuenta que las grandes potencias no destacan por la ética. En el caso de China, por ejemplo, le falta la ética de la libertad, es algo más que evidente. En estas condiciones, al resto de Estados nos toca pensar seriamente si esa es la línea que debemos seguir. Europa debe tomar sus propias riendas, porque hasta ahora ha vivido muy cómoda, sin tener que enfrentarse a conflictos como los que se están acometiendo en el presente.
Y si avanzamos a lo social, asomarse al futuro es considerar cómo resolver problemas esenciales en un futuro no muy lejano, tales como la desigualdad y la soledad. En ambos tenemos la corresponsabilidad social de ofrecer soluciones, quizá a través de la tecnología, especialmente en el caso de la soledad.
Europa debe tomar sus propias riendas, porque hasta ahora ha vivido muy cómoda, sin tener que enfrentarse a conflictos como los que se están acometiendo en el presente.
P: ¿Qué opinión tienes de cómo se han transformado los medios de comunicación y cómo crees que se transformarán de aquí al año 2050?
R: La pregunta más difícil que me suelen hacer es cómo veo los medios de comunicación en 2050. En la actualidad, la comunicación está en un momento perverso. Estamos cambiando todos sus paradigmas. Los jóvenes se están informando a través de redes sociales, lo que supone parcialidad. Se está perdiendo la capacidad de aprehender una información más global. El 70% de lo que leemos es fake news o no se corresponde con la totalidad de la realidad. En este sentido, a veces, los periodistas somos meros transmisores de dichas fake news y de intereses cruzados. ¿Cómo nos plantamos en 2050 con una mínima veracidad? Pues, sería necesario un cambio de mentalidad global, para alejarnos del más que sospechoso partidismo. El cambio va a suponer para los medios de difusión una mudanza absoluta, porque el lenguaje, las palabras y las materias serán diferentes. Lo importante está quedando relegado en función del espectáculo. Las fuentes de financiación van a cambiar, lo que también supondrá la variación del producto. La profundidad del pensamiento va a quedar cada vez más relegada a un segundo plano. Con todo esto, es muy difícil profetizar sobre el futuro de los medios de comunicación. Es posible que la comunicación se tecnifique para que llegue al receptor sin que casi se percate de ello.
P: Se dice que la Inteligencia Artificial suplirá aspectos que ahora llevan a cabo muchas profesiones. Curiosamente, dedicas un apartado de tu libro a la necesidad de encontrar 200.000 ingenieros. ¿Son profesiones como la ingeniería las encargadas hoy de planificar el futuro?
R: Si, las nuevas ingenierías serán las que se encarguen de planificar el futuro. El resto de profesiones dependeremos de sus aplicaciones, de su conocimiento aplicado. Eso sí, existe y existirá combinatoria e hibridación entre profesiones, con la experiencia y el conocimiento de los tecnólogos. Lo ideal debe ser una mezcla entre profesional y tecnólogo.
P: En la revista Profesiones llevamos tiempo indagando entre los colectivos profesionales sobre el futuro de su profesión en un horizonte común: 2050. ¿Cuánto de necesario será adoptar cambios, también entre las organizaciones profesionales?
R: El mundo corporativo en cuanto a sociedad civil debe desarrollarse plenamente, como así ha sucedido en otros países de nuestro entorno. Solo hay un contrapoder posible frente a unos poderes emergentes controladores del dinero y de los datos, y es el de la sociedad civil. En España la sociedad civil organizada, desde mi punto de vista, está bastante infradesarrollada. Principalmente, porque venimos de tiempos en los que se ha temido organizarse para defender los intereses de la ciudadanía. Los españoles siempre hemos sido demasiado obedientes, hemos permanecido durante mucho tiempo alienados y ahora nos encontramos en un momento especial de miopía: no queremos mirar el futuro. Es el momento adecuado para que la sociedad civil organizada sea desarrollada; para que dejemos de mirar conscientemente a otro lado.
P: Desde la perspectiva de alguien que ha informado sobre el presente y ha investigado sobre el futuro, ¿hacia dónde deberían dirigirse las profesiones unidas en una institución como Unión Profesional, que precisamente este año celebra su 45 aniversario?
R: Lo primero de todo es subrayar el problema de la educación. Hay que hacer la revolución, también en las universidades —las materias deben ser otras—, y a partir de ahí, debemos ejercer las profesiones de manera diferente. La formación permanente es clave. También hay que apartar todo vestigio de elitismo universitario. El profesional tiene que ser pluridimensional y defender a la humanidad. A partir de estos mimbres, podremos hacer realidad una sociedad civil organizada cuyo objetivo principal sea contrarrestar los poderes públicos.