Ana Pastor, presidenta del Congreso de los Diputados
A comienzos del pasado mes de diciembre hemos comenzado en España la andadura de la conmemoración de los cuarenta primeros años de nuestra Constitución. Bajo el lema «40 años de Constitución, 40 años de España», una serie de hitos nos ayudarán a rememorar a quienes lo han vivido y a dar a conocer a quienes han nacido durante estas décadas la transformación que ha vivido nuestro país desde que fuera aprobada nuestra Carta Magna en 1978. Esa transformación es hoy patente: nuestro producto interior bruto se ha multiplicado por seis; nuestra esperanza de vida ha crecido en ocho años, un tercio de la población adulta tiene educación universitaria y nuestro mundo gira en torno a un mundo global digitalizado que a finales de los años 70 no se podía atisbar siquiera en las películas de ciencia ficción.
La realidad de la España de hoy no es fruto de la imaginación de ningún autor. Es consecuencia de 40 años de esfuerzo y trabajo colectivo, es resultado de la tarea compartida de millones de españoles que no sólo han vencido las dificultades, sino que han ido mucho más allá de los no pocos retos que se ha planteado España como aspirante a la nación avanzada que es hoy. Los españoles somos dignos merecedores de la situación de prosperidad en la que, en términos comparativos, vive nuestro país. Nos lo hemos ganado en el esfuerzo cotidiano y por eso la conmemoración aludida es buen momento para mirar atrás y analizar en detalle lo mucho que hemos logrado.
En esa tarea hemos participado todos. Cada español ha puesto lo mejor de sí mismo en el compromiso ciudadano con la democracia. Algunos como servidores públicos, otros emprendiendo proyectos empresariales que han enriquecido nuestro tejido económico, también ha habido quienes han salido fuera y traído lo mejor de lo que aprendieron. Unos lo han hecho desde la ciencia, otros desde la docencia, la sanidad, la seguridad, la emergencia, las telecomunicaciones, la construcción, la Justicia, etc. Y todos, desde el ejercicio cotidiano de ciudadanía. En todos esos sectores ha sido decisiva la actitud colectiva de evolucionar, de mejorar cómo se hacían las cosas, de buscar la excelencia en el quehacer cotidiano, de asumir responsabilidades. Y a ello ha contribuido de forma determinante el esfuerzo de la sociedad civil agrupada en un sinfín de organizaciones entre las que han jugado un papel central los colectivos profesionales.
Su labor, la de los colegios profesionales, era y sigue siendo contribuir a contar con los profesionales más cualificados y mantenerlos siempre al día de los conocimientos precisos para desarrollar su labor en las mejores condiciones posibles.
Los colegios han tenido siempre la importante labor de contrastar el conocimiento de sus colegiados y de otorgar con ello la habilitación precisa para ejercer su profesión. Ese fin habría sido suficiente como tarea incuestionable para garantizar a la sociedad la profesionalidad de quienes tienen labores clave en su funcionamiento. El periodo democrático impuso a las organizaciones profesionales la estimulante tarea de contribuir a que sus colegiados adquiriesen el conocimiento y profesionalidad de la que ya gozaban sus compañeros del resto de naciones europeas con las que España se quería equiparar en todos los órdenes. El proceso de convergencia con la entonces Comunidad Económica Europea lo era en lo económico y en lo social y por eso era preciso que se realizase desde la base de quienes debían ponerlo en pie. Pronto, los colegios se dieron cuenta de que tenían por delante un ambicioso reto y rápidamente se pusieron manos a la obra. Su labor era y sigue siendo contribuir a contar con los profesionales más cualificados y mantenerlos siempre al día de los conocimientos precisos para desarrollar su labor en las mejores condiciones posibles.
En el transcurso de los años, los colegios han ido incorporando dos funciones absolutamente esenciales: la formación continuada y la deontología. Nunca los profesionales dejaron de aprender el día que adquirieron la titulación que les acreditaba para ejercer. Al contrario, ejercer cualquier profesión ha sido siempre un itinerario de aprendizaje cotidiano. No obstante, parece indiscutible que la irrupción de las nuevas tecnologías y la interacción global ha acelerado como nunca había sucedido anteriormente la difusión del conocimiento. Los ritmos a los que se difundían los nuevos avances profesionales hace 40 años quedaron rápidamente desfasados y los colegios han tenido que adaptar sus herramientas de formación continuada a las necesidades de un futuro cuya inminencia parece querer atropellar el presente. Cabría ir incluso más allá y subrayar que los profesionales españoles no se conforman ya con estar al mismo nivel que sus colegas de otros países, sino que quieren tomar la vanguardia en los avances y a la hora de plasmar con calidad el ejercicio de su profesión.
Ejercer cualquier profesión ha sido siempre un itinerario de aprendizaje cotidiano.
Los colegios profesionales han sido clave en el desarrollo de nuestra sociedad durante estos cuarenta años. Son muy conscientes de la importancia de su labor y por eso asumen con responsabilidad la tarea de continuar liderando la difusión del conocimiento y estableciendo las normas básicas del ejercicio profesional. Estoy convencida de que, con el mismo nivel de compromiso con que lo han hecho desde los años 70, lo seguirán haciendo en los próximos decenios. Todo ello con el objetivo que compartimos todos los servidores de lo público y que no es otro que mejorar la vida de nuestros conciudadanos.