A propósito del síndrome del impostor: Una introducción

Montserrat González Estecha, Secretaria General de la Federación Temática de Equidad, Diversidad e Inclusividad de la Unión Europea de Médicos Especialistas (UEMS).   El síndrome del…

Montserrat González Estecha, Secretaria General de la Federación Temática de Equidad, Diversidad e Inclusividad de la Unión Europea de Médicos Especialistas (UEMS).

 

El síndrome del impostor no es una enfermedad, es una situación que se genera en algunas personas que llegan a un nivel académico, social o de reconocimiento importante. La persona piensa que es un fraude, que el éxito obtenido se debe a factores externos o simplemente a la suerte y no a sus habilidades. Como consecuencia, estas personas están a la defensiva pensando que van a ser descubiertas por los demás como impostores, lo que les impide disfrutar de los logros obtenidos. Todo ello genera una gran autoexigencia, preocupación y ansiedad.



Antecedentes

Pauline Clance y Suzanne Imes describieron el síndrome del impostor en mujeres en 1978 y  en 1985 Joan Harvey afirmó que más del 50% de personas con éxito habían sufrido ese síndrome. Posteriormente, Harvey en 1995 y  Kolligian y Sternber en el año 2000 sugieren que más que un síndrome es un constructo relacionado con rasgos de la personalidad.

Aunque los estudios realizados muestran que afecta a ambos sexos, es más prevalente en mujeres. A pesar de los avances sociales para las mujeres, este llamado síndrome sigue existiendo al alcanzar las mujeres posiciones más relevantes, a la vez que se puede ocultar por la necesidad en el puesto de trabajo de no mostrar debilidad.

 

Síndrome del impostor

En el llamado síndrome del impostor se produce una elevada autoexigencia ante los retos que se presentan, pues se trata de no fallar para que los demás no descubran el fraude. Esto provoca una necesidad de trabajar más y mejor para sentirse reconocido, que se ha ido interiorizando a lo largo de la vida por las experiencias del día a día. En ocasiones, se presta demasiada atención a detalles accesorios o irrelevantes que, además, pueden hacer que la obtención del logro se difumine.

A pesar de los importantes logros profesionales o académicos, la persona cree que en realidad el éxito es por suerte, oportunidad o haber trabajado más y no por sus habilidades.

 

También son personas muy perfeccionistas al evaluarse a sí mismas, aunque no son conscientes de que aplican distintos criterios a los demás. Para compensar su miedo al fracaso cuando tienen que presentar su trabajo a otros,  pueden realizar una preparación en exceso o bien procrastinar seguido de un esfuerzo enorme en el último minuto. 

A pesar de los importantes logros profesionales o académicos, la persona cree que en realidad el éxito es por suerte, oportunidad o haber trabajado más y no por sus habilidades. Es decir, internalizan los aspectos negativos y externalizan aquellos hechos que podrían reforzar una mayor autoestima. Ese sentimiento de que ninguno de los logros es suficiente ocasiona distrés e insatisfacción crónica pues la persona piensa que no lo merece.

Aunque no es una enfermedad mental, el síndrome del impostor  puede ser un factor de riesgo para la depresión, ansiedad, agotamiento y burnout y podría dar lugar a absentismo y a ineficiencia profesional.

 

Síndrome de la impostora

La prevalencia del síndrome del impostor es mayor en mujeres. La educación y la formación juegan un papel muy importante en el constructo social que hace pensar que las mujeres son las encargadas de cuidar a la familia, criar a los hijos y de una serie de funciones que socialmente se les ha adjudicado. Esto les lleva a pensar que el esfuerzo dedicado a otros ámbitos va a ser en detrimento de estas áreas que va a dejar desatendidas cuando teóricamente ella  es la encargada.

Por otra parte, en algunas profesiones colegiadas como la médica, la propia exigencia y la dificultad de compaginar la vida privada hace que sea un colectivo especialmente susceptible. La feminización de la profesión médica lo ha hecho más visible pues al alcanzar las mujeres puestos de relevancia o tener más peso profesional aparece el síndrome.

La educación y formación desde la infancia, asumiendo un papel de cuidadora y roles de género, así como las expectativas sociales, las demandas familiares que sobrecargan y aumentan el estrés al tener que desempeñar perfectamente su papel en casa y en el trabajo, pueden dar lugar a que sea la propia mujer la que ponga un freno a sus aspiraciones profesionales, o que se sienta en un papel que no le corresponde.

 

La profesión médica es muy competitiva y el trabajo fuera del horario laboral marca la diferencia con dedicación a la investigación, cursos, conferencias, artículos, etc. Por otro lado, la sociedad asume que el acto médico debe ser llevado a la perfección sin felicitaciones por el trabajo bien hecho, mientras que ante un fracaso hay reclamaciones y sanciones que pueden llegar a condenas legales. 

Compatibilizar la maternidad con los horarios laborales, las guardias y la actividad curricular extra laboral, coincidiendo la crianza con el inicio del desarrollo profesional puede producir un sentimiento de culpa. Probablemente sucede igual en los varones, pero la presión social sigue siendo distinta.

La educación y formación desde la infancia, asumiendo un papel de cuidadora y roles de género, así como las expectativas sociales, las demandas familiares que sobrecargan y aumentan el estrés al tener que desempeñar perfectamente su papel en casa y en el trabajo, pueden dar lugar a que sea la propia mujer la que ponga un freno a sus aspiraciones profesionales, o que se sienta en un papel que no le corresponde.

Recomendaciones
  • Reconocer el problema es el primer paso para su superación, ya que se encuentra integrado un reconocimiento de validez personal.
  • Comprender que los errores y fracasos son oportunidades de conocimiento.
  • Trabajar los sentimientos de miedo y culpa para permitir ser consciente de las habilidades sin sobre o infraestimarlas.
  • Reducir progresivamente hábitos compulsivos de trabajo que perpetúan el sentimiento de que el éxito se debe a realizar un trabajo extra.

Por último, señalar que el síndrome del impostor es un constructo social, no una enfermedad psiquiátrica y el exceso de autoexigencia no constituye per se una adicción al trabajo. Se deben formular estrategias para prevenir el desarrollo del síndrome del impostor que afecta con más frecuencia a mujeres en puestos relevantes, incluyendo las profesiones colegiadas.

 

 


Referencias

  1. Clance PR, Imes S. The imposter phenomenon in high achieving women: dynamics and therapeutic intervention. Psychoterapy 1978;15
  2. Harvey JC, Katz C. If I’m so successful, why do I feel like a fake: the impostor phenomenon. New York, NY: Random House 1985.
  3. Koligian J, Sternberg RJ. Perceived fraudulence in young adults: Is there an imposter syndrome?. Journal of personality assessment 2000;56(2):308-326.
  4. Martínez-Hernanz A, Herrera de la Muela M, González-Estecha M. Impostor syndrome as a risk factor in the development of psychiatric symptoms in female doctors. In: Gender equity in the medical profession. Ed: Maria Irene Bellini and Vassilios Papalois. IGI Global. USA 2020. Pp: 137-147